Días de lluvia. Café,
libros, películas y eternas visitas a lugares comunes y otros olvidados en el
abanico de lo cotidiano; en un punto muerto con sabor a impertinencia me
zambullo en Herzog, en su vampiro y en el hombre detrás de él: Klaus Kinski, el
último gran actor del cine alemán.
Pocas colaboraciones han
sido tan fructíferas como insoportables. Herzog es grande, Kinski también lo
es, pero ambos se volvieron enormes más allá de la pantalla.
Klaus Kinski es ese
“maldito genio” al que nos encanta odiar y admirar. Tan macabro como
vulnerable, cada una de sus actuaciones te absorbe y sacude mientras de a
momentos apartamos nuestras miradas para evitar sus ojos. ¿De dónde proviene
esa energía que consigue atormentarnos y enamorarnos al mismo tiempo? Teatro,
sexo, Shakespeare, París, celos, lujo, selvas, barcos, dientes e interminables
cabalgatas nocturnas.
Aguirre. |
Apreciar a Kinski en
pantalla es suficiente para disipar cualquier duda en cuanto a su calidad actoral, pero mi propuesta, para
con ustedes lectores, va más allá.
Los invito a descubrir a
un ser humano único, un cúmulo de sensaciones e incertidumbres. Donde el amor
se vuelve odio y el odio se vuelve una obra maestra. Un ser atormentado por sus
propios caprichos, que lo lleva a destruir cuanto tiene, para volver a
recomponerlo y así destruirlo nuevamente.
Kinski no actúa, él es. Y aunque pareciera poco novedoso semejante
veredicto, su aparición dejaba en claro una genialidad producto de un profundo
sufrimiento.
Las duplas exitosas al
estilo Burton – Depp, o Scorsese – DiCaprio, no nos son ajenas, más o menos
exitosas, siempre respetables pero no siempre geniales. Herzog y Kinski
consiguieron algo que pareciera haberse perdido lentamente en el transcurso de
la historia. Ese halo de caos y aventura, de sinceridad y desprecio, la unión de lo natural y lo exótico; han
elevado películas como Fitzcarraldo
al nivel de lo que se conoce como “cine arte”. Sin embargo a Kinski poco le
interesaban esos asuntos, él manifestaba públicamente que su interés era
siempre el dinero. Incluso rechazó directores de la talla de Fellini y
Truffaut. Pero al mismo tiempo su fama de anti héroe y su conocido mal
temperamento lo transformaron en esa ambigüedad que odiamos pero no podemos
evitar.
Herzog y Kinski. |
Al finalizar su último
trabajo en conjunto titulado Cobra Verde
(1987), Kinski se acerca a Herzog al terminar la última escena y le dice: “No
puedo continuar. He dejado de ser.” Y quizás sea esta la forma en que se
despide un genio a quién la inmortalidad ya le es indiferente.
Cuatro años más tarde
Kinski muere de un paro cardíaco, no sin antes escribir, producir, dirigir y
protagonizar su obra Paganini, la cual merecería un análisis aparte. Bastante material
de archivo para el documental “Mein liebster Feind” (1999) donde se retrata la
tormentosa relación de estos dos seres.
Recomiendo visiten la
filmografía de esta dupla. Sus películas hablan mejor que yo. Y si no han
perdido el hábito de la lectura, busquen “Yo necesito amor” la autobiografía
(bastante surrealista de a momentos) de Kinski y “La conquista de lo inútil”
donde están los apuntes de viaje de Herzog durante el rodaje de Fitzcarraldo.
"Me vendo a mí mismo por el precio más alto. Exactamente como una prostituta. No hay diferencia alguna." (Klaus Kinski)
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