jueves, 28 de junio de 2012

Mortal Kombat (De los videojuegos al cine. Parte 1)


Título original: Mortal Kombat
Año: 1995
Dirección: Paul W. S. Anderson


La historia de los “juegos de lucha” ha tenido varios hitos o momentos de quiebre que han marcado un antes y un después en cuanto a historia, personajes, gráficos y  ”jugabilidad” se refiere. Son muchos los títulos que se presentan en la mente de un gamer al repasar dicho género pero, inevitablemente, hay dos que no pueden ser excluidos: “Street Fighter 2” y “Mortal Kombat”.
Corría el año 1992 cuando la compañía Midway inundaba los salones de juegos con su más reciente lanzamiento, que no solo incluía gráficos “reales” extraídos de la técnica stop motion (cosa que ya había sucedido en ocasiones anteriores como “Pit Fighter” de Atari, que lejos se encuentra de alcanzar un status de tal magnitud como MK) sino que contaba con una fluidez e innovación en cuanto a su “jugabilidad” (desde los golpes altos y bajos, hasta la incorporación de un botón único para bloquear los ataques de tu oponente)  y sus reconocidas “fatalities” que se han incorporado en el inconsciente colectivo inclusive de aquellos que no son fanáticos del género.
Rayden, Liu Kang, Kitana, Sonya y Johnny Cage.
Vale aclarar que cuando se habla de “jugabilidad” hacemos referencia a la respuesta de sus comandos y acciones en tiempo real, y la dinámica que esto le aporta al juego en cuanto a la reacción de los personajes se refiere. Algo que falló rotundamente en su traslación al portátil Gameboy Classic y la tardía respuesta que presentaba el control de sus luchadores.
Centrándonos en la adaptación al cine de este clásico que vio la luz en el año 1995, la pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿Qué podemos esperar de una película basada en un juego de peleas? La respuesta es bastante simple si nos reducimos a la base: acción.
Uno no va en busca de grandes planteos filosóficos, tramas rebuscadas o vueltas de tuerca inesperadas; uno va en busca de piñas y patadas, y en ese sentido, este film no decepciona, aunque lejos está de ser una pieza memorable más allá de lo que menciona el título de esta nota: una adaptación de un videojuego.
Paul W. S. Anderson ha demostrado ser un habitué de este género, que poco aporta a la historia del cine por las propias limitaciones que este presenta. Su futuro trajo otras adaptaciones como “Resident Evil” (un clásico de los survival horror) y “Alien vs Predator” (extraído de los comics). Ambas con varias opiniones encontradas.
“Mortal Kombat” se ha mantenido estable todo este tiempo ya que sus pretensiones nunca se extralimitaron. Los personajes son fieles al videojuego (a excepción de algunos casos como el de “Scoprion” y “Sub Zero” cuya historia podría ser una película en sí; probablemente nos hubiese desviado de la trama principal del torneo) sin buscar introducir argumentos narrativos innecesarios ni una sobredosis de personajes que opaquen el desarrollo de los principales (aunque hay incursiones de algunos de MK2).
Sus actuaciones no son destacables, pero tampoco resultan insoportables. El gran problema de esta cinta reside en que no ha logrado “envejecer” bien. Los avances visuales han dado pasos agigantados desde entonces y hoy en día el esplendor e innovación que mostraban en el año 1995 lejos está de impresionarnos. Cuando se rodó este film, el CGI (Computer Generated Imagery) no era la moneda frecuente. Aunque debemos respetar sus decorados, diseños y “faceta artesanal” que no se reduce a un fondo computarizado sobre una pantalla verde. Probablemente el “Príncipe Goro” sea uno de los últimos grandes personajes animatrónicos del cine.
GET OVER HERE!!!
O te muerde la viborita.
Otro punto fuerte del film es su banda sonora, que acompañaba de forma soberbia el clima del mismo en un momento donde la música electrónica aún gateaba cuando la comparamos con la actualidad.
En síntesis, “Mortal Kombat” sigue siendo una película entretenida, sin embargo el paso de los años la han desplazado a un lugar donde solo los fanáticos de la franquicia sabrán apreciarla como es debido, y siempre nos remontará a un momento de transición en la historia del cine donde lo escenográfico y “casero” aún no habían sido desplazados por los universos digitales de hoy en día. 

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