lunes, 25 de junio de 2012

Prometeo


Título original: Prometheus
Año: 2012
Dirección: Ridley Scott


El regreso de Ridley Scott al género de la ciencia ficción hace su entrada por la puerta grande, pero dejándola abierta a nuevas secuelas que reafirmen la conexión entre el clásico de 1979 más allá de su estética “Gigeriana”.
La historia transcurre a fines de este siglo, donde la tecnología y los viajes espaciales nos permiten llegar a lo que aparentemente sería la fuente de nuestro origen. Pinturas en cavernas con miles de años de antigüedad, separadas geográfica y culturalmente, muestran figuras humanoides de grandes proporciones a quienes en el film llaman “ingenieros”. Serían estos los responsables de nuestro origen, sin embargo no hay respuesta al porqué o con qué fin nos crearon, y son estas preguntas las que los tripulantes de la nave “Prometeo” se disponen a responder.
Se te extrañaba por el barrio de la Ciencia-ficción.
En la mitología griega es este dios quien roba el fuego a Zeus y simpatiza con los humanos, y de alguna forma podríamos imaginar que nuestros progenitores compartirían cierto grado de afecto para con sus hijos, sin embargo no es este el caso, asemejándose más a dioses caprichosos e inestables como aquellos de los mitos.
Cuando una película plantea preguntas tan complejas inevitablemente invita a la reflexión, pero también tratándose de la premisa principal de la trama, el descubrir, el responder, el saber algo que nos parece inalcanzable, necesariamente hay dos caminos a tomar: contestar o dejar al espectador completar esa respuesta.  Scott opta por la segunda opción, lo cual es totalmente válido y poco riesgoso al mismo tiempo. Probablemente esto también ayude a no generar un cierre a lo que podría ser una nueva franquicia (no como el caso de la “Misión a Marte” de Brian de Palma) y muchas de estas respuestas tengan un mayor desarrollo a futuro más allá del “es lo que yo elijo creer”.
“Prometheus” es visualmente fantástica. Los efectos visuales de vanguardia y la constante atmósfera “alienígena”, sus diseños de vestuario, paletas de colores y escenografía están soberbiamente ejecutados siendo un constante deleite para los ojos del espectador. Todo tiene un halo épico e impresionante, pero no obstante plantea sus fallas. De a momentos pareciera que para una película de estas proporciones y que se toma a sí misma muy en serio, deja descuidados varios detalles que le restan verosimilitud y dejan caer un telón hollywoodense innecesario.
La ciencia ficción, a diferencia de la fantasía, está sujeta a ciertas reglas que, en caso contrario, deben ser planteadas de antemano o al menos dadas a entender. Para lo que sería la expedición más importante de la humanidad, el plantel de científicos parece no respetar procedimientos básicos y tomar decisiones toscas y apresuradas que no pueden ser pasadas por alto con tanta facilidad, dando de a momentos preponderancia a la acción y “semi gore” que conllevan las cintas de “terror espacial”. Y teniendo estos roles científicos un papel importante en la cinta, es necesario evitar estos deslices, como si una película de karate tuviera por protagonista a un ninja que no consigue que su pierna sobrepase su cintura en cada patada.
¿Les resulta familiar?
De todas formas obviamos estas grietas de forma consciente, ya que el paquete en sí es mucho más estable en su conjunto que el desmenuzar sus pequeñas (y no tan pequeñas) carencias de coherencia. Lo introspectivo y filosófico  es dejado de lado de a momentos para que el podio sea ocupado por lo quirúrgico, explosivo y “lovecraftiano”.
Ridley Scott hace un digno regreso de la ciencia ficción, demostrando que más allá de lo “inestable” de su filmografía, es un excelente artesano del género. Aunque en este caso sus personajes no consigan la empatía que generaban los tripulantes de la vieja “Nostromo”.
“Prometheus” es una buena película, pero no en vano “Alien” sigue manteniéndose intachable a más de treinta años de su estreno. Todo gigante tiene siempre sus puntos débiles. Habrá que esperar la “versión del director”.

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